Vivimos en un país que cada 10 años toca fondo. El problema es que los ciclos se van acortando y lo que pensábamos que era el fondo ahora nos parece el techo.

Casi nos olvidamos que el país se fundió por culpa de la convertibilidad y las cuasimonedas, ahora pedimos convertibilidad y darle curso legal a cualquier moneda. Nos olvidamos que la voracidad fiscal arruinó la oportunidad de inversiones, ahora pedimos más impuestos. Nos olvidamos que la falta de rigor en los controles sólo nos llevó a tener el 50% de los trabajadores en negro, ahora pedimos menos controles.

¿Los argentinos somos tan pelotudos como para olvidarnos lo que pasó hace 24 años, hace 16 y hace 8 años? No, pero los tipos que nos gobiernan y a los que aspiran a hacerlos, les encanta tomarnos por tarados. No tenemos el peor pueblo, tenemos los peores dirigentes, tipos cortos de seso, que llegaron a posiciones de privilegio siendo “leales”, es decir siendo el peor de la camada, pero el que podía servir de testaferro cuando las cosas se pudrieran.

¿Los dirigentes no se dan cuenta que las recetas que proponen ya fracasaron? Antes pensaba que sí, pero ahora me doy cuenta que no. Lo de los dirigentes es una mezcla de idiotez y ego, primero no entienden porque falló la receta que quieren aplicar y segundo están seguros que ellos van a poder aplicarla aunque haya fallado 10 veces antes.

La divisiones formativas de los cuadros políticos son un claro ejemplo de la pandemia dirigencial que vivimos. No se eligen a los mejores, a los más osados, a los que traen nuevas soluciones a los viejos problemas, sino a quienes pueden levantar los dedos en V más alto que el resto, al que encubre, al que jamás critica. Esos pibes crecen con la idea de ser “los elegidos” los continuadores de un plan que fracasa eternamente.

La Cámpora, La JP, la JR y otros, están rebasando de gente capaz y nadie la escucha, porque son los que discuten, los que critican sin miedo de “hacerle el juego” al adversario. Esos que hacen y dicen sin temor a equivocarse se vuelven peligrosos, para ellos hay dos destinos el ostracismo o una pequeña oficina desde donde nunca podrán cambiar nada, pero sobre todo no podrán molestar a nadie.

La crisis de este país, no solo es popular, no solo es económica, no sólo es educativa, la crisis de este país es dirigencial. Vamos a ser claros, porque los responsables tienen nombre, apellido y no son tantos: Raúl Alfonsín, Carlos Saúl Menem, Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde, Nestor Kirchner, (sobre todo) Cristina Fernández, Mauricio Macri, Alberto Fernández y Cristina Fernández de nuevo.

¿Ellos son la moneda más reluciente de fuente? No, para nada. Lo demuestra el país fundido en el que vivimos. ¿Alguno de ellos se hace cargo? No, siempre hay otro para culpar, los empresarios, la Sociedad Rural, la pesada herencia, los medios y, ahora, las redes sociales. Muchachos como nadie se los dijo, se los digo yo, si los empresarios, la Sociedad Rural, la pesada herencia, los medios y tuiter, te pueden complicar la gestión estás sentado en una silla que no te da el culo para usar.

Nos cansamos de sus excusas, de escucharlos teorizar del motivo de la crisis, de quien está equivocado y quién no, nos cansamos de “la razón de la sinrazón, que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece”, no somos Quijotes y ustedes no son molinos, el día que el hartazgo se haga carne van a volar las aspas por los aires.