Hoy disfruto de la llegada de las primeras noches frescas, recluido en la tranquilidad de este hermoso terruño donde el valle comienza a convertirse en la Quebrada de Humahuaca. Camino descalzo por la galería, en una oscuridad que sólo nos ofrenda las noches lejos de la ciudad, acechado por los temores noctívagos y blandiendo como única arma una copa levemente calentada, con coñac Gautier Extra 1755.

Reparo en que mañana es Día del Trabajador, yo soy periodista hace más de 20 años, es decir que trabajar, lo que se dice trabajar, no es algo que haya hecho estas últimas dos décadas. Lo curioso es que al igual que yo, dos de las figuras más descollantes de la política argentina tampoco saben lo que laburar. Estoy hablando, claramente de Máximo Kichner y Mauricio Macri.

El primero de ellos, hijo de la Vicepresidente de la Nación (autopercibida presidente), es tan poco afecto al esfuerzo que para hacer su trabajo sucio contrató al payaso gritón, Javier Milei, que tampoco consiguió cumplir su tarea. Esta semana, tras más de una opereta cruzada en Juntos por el Cambio, terminaron por cerrarle la puerta al empleado de Máximo y Cristina, compañero político de José Luis Espert.

El otro, Mauricio, tiene bien ganado el mote de “reposera”. De hecho, si algo le faltaba para que nos diéramos cuenta que lo suyo no es madrugar, fue a representarnos en un mundial de bridge. Un juego cuyos orígenes se han buscado en el siglo XVIII, pero en el rigor de la verdad existe desde 1925, sus reglas fueron instituidas por un millonario estadounidense y desde entonces es el juego de los chicos (no tan chicos) ricos de todo el mundo. Con esta introducción no hace falta que les diga que Macri es un chico rico y que si usted vio alguna vez un chico rico laburar, fue su día de suerte.

Esa es la suerte a al que está librada nuestro país, dos chicos ricos arrogándose la opinión de los pobres. Ninguno de ellos sabe lo que sufre una persona real. No saben lo que es tener 150 pesos en el bolsillo y que la leche cueste 160. Hablan de los pobres, de la inflación, de la falta de oportunidades, dos personas que en su vida presentaron un CV, no tienen idea lo que es caminar por la calle sin saber qué hacer, ni a quién recurrir cuando se acabaron las puertas para golpear.

Para ambos, su único mérito es cargar un apellido. Es que los preceda una catarata de privilegios. Sin su alcurnia Máximo, con suerte, hubiera llegado a ser empleado de alguna estación de servicio en las rutas sureñas. Mauricio, merced a su simpatía y a sus ojos celestes sería la estrella en atención al público de algún municipio del tercer cordón del conurbano.

Debajo de ellos, un ejército de ponis, mal domados, lucha por llevarlos a la presidencia. Si, los laburantes, los que se levantan a las 5, los que sudan cada mango que tienen se pelean sin cuartel en las redes, en los bares y en las calles para que los representen dos personas que nunca, jamás en la vida, entenderán sus problemas.

Muchachos, hoy es Día del Trabajador, mientras comen el asado que pagaron en seis cuotas. Dejen de pelear por boludeces, más bien dejen de pelear por boludos y piensen si dos millonarios, nacidos en cuna de oro, son la mejor opción para representarlos.

Feliz día del trabajador, por ustedes levanto mi copa.