Alberto está solo. Camina por la Casa Rosada mirando sobre su hombro. “Cuídate de los idus de marzo” le dijeron a Julio César antes de que cayera muerto, víctima de una conspiración nacida en el Senado. La historia no podría parecerse tanto al actual devenir argentino y para el 15 de marzo faltan, apenas, dos días.

El Presidente será, hoy, mañana, dentro de dos días víctima de una traición. Todos lo sabemos, el hombre gris y timorato que hoy ejerce nuestra primera magistratura está viviendo su propia fábula del escorpión y el sapo. Era obvio que si Cristina era vicepresidenta y él Presidente tarde o temprano sufriría la picadura artera que los mande a ambos al fondo del río.

Esta semana se clavó el primer puñal de la traición cesariana. El Frente de Todos necesita el acuerdo con el FMI más que al aire que respira. Pero los gilitos de barrio norte que integran La Cámpora, una organización de incapaces con ínfulas de estadistas, decidieron dinamitar el acuerdo y votar en contra del proyecto de su propio Presidente ¿Por qué hicieron esto? La respuesta es simple, porque son idiotas. No, no son unos vivos bárbaros, son unos idiotas que no saben sumar hasta diez.

La Cámpora sabe que este Gobierno va a fracasar estrepitosamente. También sabe que el acuerdo con el Fondo va a demandar un ajuste digno del menemismo que tanto admiraban Néstor y Cristina. En su ridícula cabeza cabe la fantasía de que podrán evadir la responsabilidad del desastre económico y social que dejará este gobierno. No queridos, con una suma simple se darán cuenta que con el núcleo duro de votantes no les alcanza para nada.

Seguramente el kirchnerismo adolescente, de Máximo Kirchner, enviará a sus empleados libertarios a desgastar al macrismo y a la UCR. Eso, a nivel nacional, no será suficiente, mucho menos si siguen haciendo su acuerdo tan obvio como lo hicieron este viernes cuando La Cámpora y los libertarios votaron juntos para voltear el acuerdo con el FMI y luego se aplaudieron mutuamente.

Mientras los nenes de Cristina abrazan la esperanza de zafar políticamente del desastre que van a legarle al país, en su mundo, Alberto se aferra a la fantasía de ser reelecto. Lo confesó en un acto, quiere la reelección, aunque si yo fuera él estaría mucho más preocupado por terminar mi gestión sin que me corran a patadas.

En la amplia avenida del medio, lejos de Alberto y mucho más lejos de Cristina; Horacio Rodríguez Larreta, Gerardo Morales y hasta Sergio Massa construyen sus proyectos personales. Con la mira en ganar a todos los que la “pelea” entre la derecha y la izquierda le chupa un huevo, los tres van creciendo por el medio.

El problema es que mientras en el medio se achica la masa de votantes, la derecha se agranda de la mano de divulgadores fascistas profesionales como Viviana Canosa y de payasos mediáticos como Javier Milei. Miles de pibes analfabetos políticos y con el CUIL prácticamente virgen, creen las mentiras de estos simios inflados por los troll de las redes sociales.

Canosa pasó a ser la divulgadora favorita de la clase media semialfabetizada que se siente vocera del “sentido común”. La mitad de su discurso está centrado en atacar al movimiento feminista, repitiendo “viven con la nuestra” una y otra vez. Critica a todos los que ella llama “moderados”, con su muletilla de que todos viven del dinero que ella hizo trabajando en su “fructífera” carrera. Además remarca como hizo su camino sin necesidad de ningún colectivo feminista. Pero siempre decide obviar algunos detalles de su vida laboral.

Canosa empezó siendo notera en 1995, desde ahí hasta el 2001 tuvo dos laburos, una con Chiche Gelblung y otro con Jorge Rial, su trabajo siempre fue degradar a sus compañeros y husmear en vidas ajenas. Ahí se dio cuenta que laburar y tener jefes que exigen y evalúan tu tarea no era para ella y por eso su marido empezó a producir sus programas. Durante tres años el dinero de su marido la mantuvo al aire. En el 2004, la primera vez que tuvo que competir con un programa de alto impacto, fracasó y ni el dinero de su marido evitó que levantaran su programa.

En el 2010 se separó de su pareja y financista. No volvió a la TV hasta nueve años después, desde entonces su trabajo es sólo hacer declaraciones altisonantes y papelones, tales como tomar dióxido de cloro al aire o alabar en una entrevista al estafador Leonardo Cositorto.

Así estamos los argentinos, atrapados entre gobernantes que viven una fantasía y divulgadores de idioteces. Eso sí, no nos aburrimos como en Suiza… ojalá, de verdad se los digo, nos aburriéramos un poco más.