Por costumbre, siempre me tomo las vacaciones a fines de febrero o principios de marzo, coinciden con el Carnaval y me dan la posibilidad de vacacionar sin tener que hacer eternas colas para comer alimentos con un importante sobreprecio. No obstante, es menester salir de mi ignaciano descanso para analizar una semana política que roza lo grotesco.

Debería empezar por el discurso que inaugura las sesiones ordinarias en el Congreso, pero mejor vamos a empezar por el postre o más bien por la picada. Se difundieron los gastos presidenciales en fiambres y otros menesteres. Los gastos están estipulados por 180 días, es decir medio año. En cositas para picar mientras esperan el almuerzo Alberto y Fabiola gastaron 24 millones de pesos.

Entre los gastos se destacan más de 1.000 vasos de yogur de distintos gustos, 245 kilos de muzzarella para 180 días, 144 kilos de dulce de leche. Yo entiendo que la señora esté embarazada, pero dudo que coma 6 yogures al día, más 5 pizzas diarias, más casi un kilo de dulce de leche, sin contar el resto de la comida. En medio de la terrible crisis económica que vive el país, este derroche es digno de la oligarquía que dicen combatir. La diferencia está en que la oligarquía al menos paga sus propios fiambres.

Envuelto en este halo de indignación, ahora sí vamos a hablar de política. El discurso inaugural de Alberto fue el de un pibe de 16 años tirando un caño, mientras su equipo pierde 23 a 0, sólo para ganarse el aplauso de la tribuna. Para hacer más grave el vergonzante momento, cada tres frases se daba vuelta buscando la sonrisa de aprobación de la Presidenta, Cristina Kirchner.

Un papelón, tras otro papelón, los logros de su Gobierno apenas parecen destellos de una economía que, en medio de la recesión, cada un par de meses saca la cabeza del fondo para respirar. Nada hace prever que vayamos a estar mejor. Tras dos años de estar al frente del país Alberto y Cristina están convencidos que esta crisis no es culpa de ellos. Se pegan un balazo en el pie y culpan a Macri por no prohibir las armas. La locura es total.

Alberto dice que el acuerdo con el Fondo no le exige una reforma previsional, ni laboral. No querido, lo que exige la reforma laboral es la realidad. Esa que te dice que el 50% de los laburantes están en negro y que las Pymes no contratan por miedo a los juicios laborales. Reforma previsional obvio que no van a exigir, más de la mitad de los jubilados están debajo de la línea de la pobreza, con un PAMI que los maltrata y una Anses que los obliga a mirar letras diminutas en un celular para poder hacer un trámite.

En medio del discurso altanero y de tribuna berreta del Presidente, la oposición decidió irse del recinto. No muchachos, densé cuenta. No es por ahí. ¿Querés protestar? Protestá. Gritá, decile mentiroso, turnensé para decírselo en la cara, pero esta actitud de gordito dueño de la pelota, de “me enojé, me voy de la cancha”, es tan indigno como Alberto y miren que hay que llegar a ese nivel de indignidad.

Quedensé, para eso los queremos en el Congreso, para que discutan y digan lo que no podemos decir nosotros. No pidan diálogo y cuando no les guste lo que dicen los interlocutores den por terminada la charla, no chicos. Ustedes son el órgano más democrático del Estado y son las voces de sus pueblos, si ustedes se van nosotros tenemos dos opciones, callar con ustedes o salir a la calle a exigir que ustedes y ellos cumplan con su laburo. No fuercen un nuevo “que se vayan todos”.

En este marco, no sé si la estrategia dialoguista de Gerardo Morales es la mejor para llegar a la presidencia. Pero es la que necesita el país y está bueno que, al menos, uno de los políticos piense en el colectivo y no en las próximas elecciones. Porque podemos pelearnos mucho, pero los problemas  hay que resolverlos, el problema no es cuántos votos vas a sacar en el 2023, sino que esta noche la mitad de los pibes del país no va a morfar o va a morfar muy poco.

Morales elige pararse en el medio de la grieta, para ver si dejaron algún puente en pie. Pero parado ahí es un blanco fácil, el oficialismo lo trata de golpista, mientras que la oposición refunfuña por sus intentos de moderar la pelea en pos de buscar una solución para el país. Nada es más cómodo que ser Fernando Iglesias o Fernanda Vallejo, escupiendo rabietas todos los días. El problema es que Fernandos y Fernandas tenemos a patadas, mientras que Morales tenemos muy pocos.

Así nos va, somos el país Boca – River, sin un solo punto de contacto que derrame aunque sea el pan de la picada en el 50% de pobres que supimos conseguir. Repito, si yo manejara la estrategia de Morales sería distinta, pero a esta altura creo que no es una estrategia, él es así no le importa ganar las elecciones, sólo quiere que nos sentemos en la mesa a ver cómo vamos a multiplicar los pocos panes y peces ahora que no tenemos ni un Jesús a quien rezarle.

Yo, si fuera su estratega lo hubiera mandado a confrontar y hacer fernadoiglesismo explícito. Pero Morales y su equipo ya ganaron varias elecciones, así que algo más que yo deben saber del tema, porque pese a los embates de ambos lados el jujeño sigue caminando a paso firme a Balcarce 50.