“A los traidores no se les vuelve a abrir la puerta, debería tener la cabeza de alguno en la punta de una lanza así el resto nunca vuelve a venir por acá”, dijo mi abuelo con una voz profunda, como el monte santiagueño donde se crío. Hablaba con mis tíos de un tema que era desconocido para mí. Son esas escenas que jamás podés quitarte de la cabeza. Mi abuelo era un tipo hiperreactivo cuando hablaba de política, pero esa voz, esa frase, fueron distintas, era la época en que cambiarse de bando pasó a ser una regla en la política.

Tal vez si en la UCR hubieran tenido un abuelo sirio, no estarían metidos en este quilombo. Yo me lancé a la política militando en una agrupación troska filoperonista. Los años, afortunadamente, me abrieron los ojos. Lo interesante de esa agrupación, es que había una suerte de cursus honorum, primero pegabas carteles o eras retén para ver si venía la cana mientras se pintaban las paredes, después participabas de las discusiones políticas, luego hacías algo de territorio y recién ahí obtenías tu lugar en una lista.

No importaban mucho los lugares en las listas, porque jamás llegábamos al 2% de los votos. Esa agrupación es ahora kirchnerista, se acabó el camino de honor hasta la boleta electoral y si meten algún candidato en la lista es por las migajas que le da La Cámpora, pero estoy seguro que a este triste final ya lo intuían.  

Toda esta introducción es para poder enunciar esta frase: ¿Quién fue el boludo que le permitió a Martín Lousteau volver a la UCR? No hace falta mucho para darte cuenta que ese señor de rulos te va a cagar, si necesitas comer asado mirá la espalda de algún amigo de Lousteau y ahí seguro encontrás un cuchillo afilado. Muchachos, ese hombre no sabe poner el lomo ni dentro de un pan para hacerse un sándwich, mucho menos va a entender el trabajo que costó hacer renacer la UCR de las cenizas que nos dejó el 2.001.

Fue Ministro del peronismo en PBA, presidente del Banco Provincia de Buenos Aires, Ministro de Economía del kirchnerismo. Luego se unió al frente UNEN, fue electo diputado. Adivinen dónde está el resto del frente UNEN, sí adivinaron, salvo la UCR son todos kirchneristas. Luego en 2015 enfrentó a Horacio Rodríguez (Larreta) en CABA y ahora se asoció con Rodríguez para diezmar a Juntos por el Cambio, el afilador de cuchillos de este muchacho debe vivir al lado de su casa, sino no se entiende como hace para apuñalar tanta gente en tan poco tiempo.

Lo bueno es que los radicales, los de verdad, los que bancaron el partido en las malas, le pusieron un coto y se terminó su ridícula revolución interna. “La UCR necesita un perfil joven, una renovación”, dice Lousteau, ¡QUE TIENE  51 AÑOS Y HACE 20 VIVE DEL ESTADO!  Ni es joven, ni es renovador, es otro burócrata que sueña con un poquito de poder como el que tenía cuando era oficialmente peronista, hace una década. No por nada el primero que lo saludó al llegar a la UCR fue Ricardito Alfonsín… sí, también es kirchnerista.

El primero en pararse de manos, como decimos en el barrio, fue Gerardo Morales. El problema es que literalmente quiso darle una tunda a Lousteau. Hubiese sido un acto que todos hubieran repudiado de la boca para afuera, pero hubieran festejado puertas adentro. Lo increíble es que de la reunión donde el jujeño encaró al porteño poco trascendió, salvo porque Martín salió de la sala pálido y con los rulos al viento. Nunca esperó que desde el norte alguien viniera a ponerle los puntos a un porteño.

Punto a favor del Morales. Pero hace un par de días algo me hizo ruido. El jujeño asistió a la Asamblea de Gobernadores, donde tuvo la foto obligatoria con Gerardo Zamora. Yo entiendo que para ser Presidente hay que construir con todos. Con Zamora no. El santiagueño es un fascista, de los peores que parió este país. Construye estadios de fútbol mientras la mitad de su provincia se muere, literalmente, por beber agua envenenada. Construyó hospitales que están vacíos. Abigail, cruzó el límite entre Tucumán y Santiago en brazos de su padre porque la provincia donde nació tiene un campo de Golf de 15 millones de dólares, pero no tiene un equipo de radioterapia.  

No me alcanzan estas líneas para describir, los destratos, las manipulaciones y la persecución que sufren los santiagueños bajo el señorío feudal de Zamora. Yo me fui de Santiago, en medio de una pandemia, con mi nena y mi compañera de vida, para respirar un poco de libertad. Con Zamora no. Lleva 20 años en el poder, antes hubo una intervención y antes el Juarismo. Los santiagueños no saben lo que es la libertad y la democracia, si usted Gerardo Morales les da un poco de esas maravillas, yo lo voto hasta último día de mi vida. A Lousteau se lo acomoda de un sopapo, Zamora, en cambio, merece pudrirse en el pabellón común de una prisión.

Pero hemos llegado a este entuerto de la columna sólo hablando de la interna radical por un motivo. Dentro de cinco días, el Comité Nacional de la Unión Cívica Radical elegirá a su líder, ese lugar estará reservado para quien compita en las internas presidenciales de Juntos por el Cambio. Hacia ese cargo camina con pie firme Gerardo Morales, hace poco más de tres meses confirmó que empezó a desandar la senda a la Casa Rosada, dentro de cinco días, ese camino podría hacerse bastante cuesta abajo. Desde el norte a CABA parece larga la distancia, pero se acorta rápido, eso lo sabemos todos.

En Juntos por el Cambio, sede Mauricio Macri, miran con buenos ojos como se apagó la micro rebelión de Lousteau y empiezan a pensar en hacer lo mismo con Rodríguez (Larreta) y Vidal. Se escucha, de a poco, la posibilidad de Patricia Bullrich en Capital, Macri en Provincia, Morales con un vice fuerte del PRO a la presidencia. El ala dura de Juntos le cerraría para siempre los espacios a los dialoguistas y a los exkirchneristas que quieren apropiarse de Juntos.      

Morales ya se acercó a Bullrich, la porteña es casi una vocera de Macri, las posibilidades de encabezar la fórmula de JxC se multiplican. En CABA el 10 de diciembre se festejó el Día de la Democracia, en un acto que pagamos todos pero que sólo está reservado para los militantes peronistas. Ahí, en esa plaza porteña, todos miraban al norte argentino desde donde viene bajando el peor de sus miedos: una muerte política sepultada bajo un cerro de votos.