Por Florencia Gómez

Hasta hace unos días tenía pensada mi columna para este día, pero los últimos acontecimientos me obligaron a cambiar el rumbo de esta editorial y enfocarme al cien por ciento en uno de los actos más viles que este Gobierno nacional ha cometido en los últimos años ¡Y mirá que tiene actos viles, eh! Pero el último, que involucra a nada más y nada menos que a la Primera Dama, Fabiola Yáñez, me generó un sentimiento que no me gusta: pena.

Pena porque seguimos siendo tratadas como objeto, como locas, como «jabrus» y mi favorito, el tan usado malcogidas. Es común que todos estos improperios sean utilizados por un grupo de machos desagradables que le temen al crecimiento femenino, y que a través de estas agresiones verbales busquen denostar a la mujer, pero que uno de estos sujetos sea nada más y nada menos que el Presidente de la Nación, es cuanto menos, preocupante.

Si bien, Alberto Fernández no insultó ni denostó a su pareja, Fabiola Yañez, sí la hizo responsable de armar un evento privado en plena cuarentena el año pasado. Antes de continuar, quiero que quede bien en claro que la intención de este escrito no es salvar de culpas a la Primera Dama, porque su responsabilidad en esto es absoluta, sino centrar la atención en cómo Fernández intentó desligarse de este delito entregado a su compañera de vida.

Desde que se filtró la foto de los festejos en la Quinta de Olivos, en donde se ve a Fabiola junto al Presidente y un grupo de amigos, los cañones apuntaron de lleno a Alberto, algo que me parece completamente acertado. No fue hasta que apareció el impresentable, desagradable y multiacusado por actos de corrupción de Anibal Fernández para librar de culpas a su colega y poner el foco en la mujer.

En declaraciones radiales, la Morsa no tuvo mejor idea que decir que el pobre Alberto Fernández llegó a su casa, luego de un arduo día de trabajo y se encontró con un festejo que la Primera Dama había organizado y que según él, Fernández solo tenía dos opciones: sumarse a ese evento o encerrarla en una pieza y cagarla a palos. Escribo esto y no puedo creer como este inútil fue funcionario de la Nación en algún momento. Ojalá nunca vuelva, ojalá arrastres una eterna condena social Anibal Fernández, no mereces menos.

Una vez que la Morsa consiguió lo que quería, que era limpiar de culpas al Presidente de la Nación, todo el mundo creyó que Alberto Fernández saldría con los tapones de punta a defender a su pareja, a la única persona que lo espera todas las noches y lo contiene, a quien lo acompaña en las buenas y en las malas (que desde que asumió son todas malas), pero no. Nada de eso ocurrió sino todo lo contrario.

«Mi querida Fabiola organizó un festejo, no debió haber ocurrido, no va a volver a pasar» dijo. Sin pensar (o si) que estaba echándole todo el fardo a una mujer que sí tiene responsabilidad en esto, porque ella nunca desconoció el DNU que su propia pareja había firmado meses atrás, ella estaba al tanto y abusó de sus privilegios para hacer una fiesta cuando estaba prohibido. Él, por otro lado, nunca hizo un mea culpa y dijo «si, es mi responsabilidad porque YO SOY EL PRESIDENTE DE LA NACIÓN y no voy a ir en contra de un decreto que yo mismo firmé». No, no lo hizo. La culpa es de Fabiola.

O sea que, como Presidente de todos los argentinos, no tuvo el valor, el coraje, los pantalones bien puestos para correr a todos esos intrusos que estaban cometiendo un delito y denunciarlos penalmente como lo dice el decreto presidencial. Claro, sino Fabiola iba a llorar, se iba a sentir mal y después el que la aguanta es él, pobre Fabiola, si era un evento inofensivo. Además era su cumpleaños, como le iba a correr a sus invitados y hacerla sentir mal. Eso somos para los hombres: tontas, infantiles, incapaces de entender la realidad en la que vivimos.

Después se puso el foco en quién había conseguido la foto, cómo se había filtrado, quién estaba operando desde adentro al Presidente. La imagen la consiguió una mujer, la periodista Guadalupe Vázquez. Y otra vez nacía un nuevo ataque. El periodista militante, Antonio Fernández Llorente, de C5N, buscó menospreciar el trabajo periodístico de Guadalupe al decir que se acostaba con alguien de Casa Rosada, porque de otra manera era imposible que la periodista hubiera tenido acceso a esa escandalosa foto.

A mi entender, el periodismo militante no existe, no se puede militar para un partido y hacer periodismo. Es un estilo que los K instauraron para frenar un poco las críticas de todos los sectores políticos, pero lo que hizo Fernández Llorente está al mismo nivel que Anibal Fernández. Ellos nos creen inútiles, frágiles, tontas, incapaces de hacer algo por cuenta propia, para estos varones es habitual hablar en estos términos al referirse a una mujer, porque entre bomberos no se van a pisar la manguera y porque si o si deben atacarnos para mantener su hombría.

Fabiola Yáñez es responsable de su delito y debe hacerse cargo. Guadalupe Vázquez consiguió por mérito propio una foto que no solo impulsará su carrera sino su credibilidad periodística y no tuvo que acostarse con nadie. Las mujeres no somos lo peor que le pasó al hombre, somos seres humanos que merecemos un trato igualitario, merecemos respeto. Alberto Fernández falló en todo, en no hacerse cargo, en tratar de ocultar un delito. Pero lo peor que hizo fue culpar a su pareja, a la persona que camina hace años junto a él, no solo le debe una disculpa al país, sino a su esposa, por haberla traicionado de manera tan cobarde.

Los que me conocen saben que me identifico con este proyecto político, pero me averguenza, me repugna cómo se nos rieron en la cara. Mi hija de un año nació sola en un hospital, sus abuelos no pudieron conocerla hasta los seis meses. Mi pareja y yo estuvimos solos durante mucho tiempo porque había un decreto que impedía el contacto con otras personas, mientras en Olivos hacían fiesta. Realmente muchachos, se me hace imposible defenderlos. También me duele ver que los ataques a las mujeres se dan con más frecuencia, como el feminismo selectivo se hace cada vez más evidente.

Cuando trataron a Flor Peña como el gato del Presidente me enojé mucho, incluso tuve una discusión con mi pareja por defenderla, por defender a una desconocida y hoy no me arrepiento porque creo que fue blanco de un sector machista que se centró en ella porque es el «sexo débil». Me acuerdo que me alegré cuando la colectiva de Actrices Argentinas salió a bancarla y pedir la destitución de Waldo Wolf y Fernándo Iglesias, que habían hecho comentarios irreproducibles hacia Peña, pero ahora callan. ¿El Ministerio de Género? Bien, gracias.

Está bien, Fabiola Yáñez no es actriz pero sí mujer. No logro entender cómo ninguna colectiva salió a repudiar lo que hizo Alberto Fernández, me cuesta creer que haya intereses en el medio, porque el feminismo no tiene o no debería tener ningún otro interés que no sea el de defendernos entre nosotras. El discurso de sororidad queda muy lindo en las cuentas de Instagram, pero en la realidad no existe, no se da porque priman otras cosas, todo menos lo más importante: defender a las mujeres.