Por Florencia Gómez
Mientras pensaba el título adecuado para esta columna hice un repaso mental de los eventos más sobresalientes de los Juegos Olímpicos y no pude dejar de emocionarme con los últimos eventos que tuvieron como protagonistas a un grupo de mujeres de distintas latitudes. Siento mucho amor y una gran admiración por ellas, por las «niñas» que se rebelaron ante un sistema sexista y dijeron «basta, hasta acá llegamos».
Pasaron tantas cosas en las últimas semanas que no sé por dónde empezar así que vamos de a poco. La gimnasia artística es una competición que a mí en particular me fascina, es una gran muestra de destreza física pero también de exhibición corporal gracias a los diminutos trajes que las competidoras están obligadas a usar. Pero esto llegó a su fin luego de que tres mujeres alemanas decidieran ponerle un punto final, cansadas de aguantar años los primeros planos que mostraban sus pechos, su cola o sus muslos ¿Y qué recibieron a cambio? Si, críticas.
Cuando las tres mujeres se presentaron a las rondas de clasificación usando unos conjuntos enteros los comentarios en contra no tardaron en llegar. Es que esos uniformes ya no exhibían ni pechos ni colas ni muslos, nada quedaba al descubierto para que el camarógrafo se hiciera un festín de primeros planos sexistas. Así nacieron las acusaciones de ventaja deportiva, porque los trajes les permitía mantener caliente el cuerpo (me cuesta mucho creer esto), algo que el resto de las competidoras no podía, por sus diminutos uniformes.
Nadie pensó, por un momento, que se trataba de un símbolo de protesta, de hartazgo y rechazo a todo el machismo que encierran las competiciones olímpicas. Nadie pensó que estas tres mujeres ya no querían ser mostradas al mundo como un pedazo de carne en una vitrina sino como lo que son y para lo que se prepararon durante toda su vida: atletas olímpicas.
Lo mismo ocurre con el beach voley y las chicas que juegan en bikini. Pude ver un partido del seleccionado argentino contra el equipo de Canadá, en un momento de la competición las cámaras mostraron en un primer plano la cola de una de las atacantes canadienses. En ese momento, me di vuelta miré a mi pareja y le hice el comentario de lo asqueroso que me parecía y él me dijo: «es que justo está haciendo una seña a su compañera y se puso las manos ahí». ¡Claro! siempre somos las mujeres las que buscamos exponernos a este tipo de situaciones, somos provocadoras por naturaleza, incluso en competiciones olímpicas. El juego siguió y los primeros planos también. Mi pareja y yo, no hablamos más del tema.
El otro caso al que quiero hacer referencia no tiene nada que ver con los Juegos Olimpicos pero que deja al descubierto las intenciones del sistema deportivo mundial. El seleccionado de Noruega de Handball decidió terminar con una tradición que las obligaba a jugar en bikini. Las mujeres se rebelaron y dijeron que no usarían más una tanga para defender los colores de su bandera. Durante un partido oficial salieron a la cancha con un short ¿Y cómo terminó todo? Si, adivinaron: TODO EL EQUIPO FUE MULTADO. Las jugadoras tuvieron que pagar cada una 1500 euros por no haber salido a la cancha en tanga.
Por fortuna para todas, la reconocida cantante Pink se emocionó con la actitud que demostró el equipo noruego y se ofreció a pagar la totalidad de las multas. Además, la artista les dijo públicamente que no tendría problema en pagar todas las que fueran mientras ellas sigan rebelándose ante el sistema machista. Esto me hace pensar en dos cosas: la primera es que efectivamente nos quieren lindas y sumisas, les molesta el más mínimo acto en contra de sus prácticas patriarcales y buscan por todos los medios el volver a ubicarnos en nuestro lugar (en el que ellos consideran que nos merecemos) y el segundo punto es que la sororidad es real. ¡Aggiornate amigo! Las mujeres ya no competimos entre nosotras sino que salimos a apoyarnos. Así funciona el feminismo.
Quiero cerrar esta columna con el caso que más críticas recibió. Simone Biles, la gimnasta estadounidense que decidió bajarse de las finales por la medalla de oro porque dijo que mentalmente no se sentía preparada, la presión era demasiado para ella ¿Y saben qué pasó? Si, fue la persona que más críticas recibió durante la semana, aunque también hubo quienes se solidarizaron con ella, pocas pero las hubo. Una de las críticas que más llamó mi atención vino de Novak Djovick, el afamado tenista mundial.
Lejos de mostrar empatía con una gran atleta olimpica como lo es Simone, cuestionó que la joven eligiera priorizar su salud mental y dijo, palabras más palabras menos, que si no es capaz de aguantar la presión no está lista para un juego olimpico. Él, que dos días después rompió una raqueta tras quedar eliminado y no se presentó a jugar la final de dobles, dejando sola a su compañera y logrando que ambos fueran descalificados. ¿En serio, Novak, crees que la salud mental no es importante? Mirá de quien te burlaste.
Estas mujeres pasaron a la historia no solo por su gran destreza en competiciones de élite, sino también por su valentía a la hora de rebelarse ante situaciones que las cosifican. Decidieron dejar de ser mercancía en exhibición y ya no tienen miedo de enfrentar las críticas, pues las prioridades van por otro lado, por el lado del bienestar. La sororidad juega un rol fundamental en este tipo de cuestiones y nunca defrauda. Y si usted se pregunta si vamos a cuestionarlo todo la respuesta es si. Vamos a cuestionarlo todo.