Copa América

Por María Florencia Gómez para Jujuy Diario

Ganó Argentina y todo es felicidad. Los argentinos logramos dar un paso más en la historia del fútbol mundial y eso me llena de alegría. Es la primera vez en 30 años que puedo ver a la Selección levantar una copa. Ante Brasil. En el Maracaná. La felicidad es absoluta, anoche lloré, grité, festejé, me abracé a mi hija y a mi novio y disfrutamos de un momento histórico que sin dudas será inolvidable e imborrable. Ahora, pasemos a un controvertido tema: el Dibu Martínez.

El arquero argentino que fue todo un descubrimiento, aquél que no hubiera tenido un lugar si Franco Armani no hubiera pasado por varias etapas de aislamiento. La gran figura ante Colombia, el héroe que nos llevó a la final atajando 3 penales a los rivales y que tuvo una gran presentación en la final de la Copa América. No obstante, tuvo varios gestos en la semifinal, que llamaron la atención del sector femenino, que llamaron mí atención.

¿Por qué sus gestos llamaron la atención del sector femenino? Porque su ademán de penetración violenta no tuvo ninguna crítica que no fuera de las mujeres, los varones aplaudieron e incluso imitaron su manera de celebrar. El arquero argentino eligió celebrar de esa manera el haber atajado el penal al colombiano Yerry Mina, a quién además le reclamó varias actitudes poco profesionales que el jugador habría tenido, pero ese no es nuestro tema. A veces, no todo lo que pasa en la cancha debe quedar en la cancha.

La imagen del Dibu llevando su pelvis hacia adelante y sus manos hacia atrás, generaron una especie de éxtasis en todo un país. Todavía recuerdo al relator Rodolfo De Paoli, a modo de complicidad con el arquero, decirle en plena transmisión “Si Dibu, festejalo así”, palabras más, palabras menos. Antes de seguir me parece muy necesario aclarar que esta no es una crítica al arquero, sino a todo el sistema que mueve al fútbol.

A los varones que nos trataron de “mal cogidas”, de “su lugar está en la cocina”, “ustedes no entienden de fútbol, no saben lo que es la pasión” y muchos otros comentarios que no voy a mencionar para que este editorial no se convierta en un diccionario vulgar, les digo que están razonando fuera del recipiente. La pregunta que me hago es ¿Por qué los influencers, los medios y la sociedad no cuestionaron esta actitud? La respuesta es fácil, pero inentendible para mí: porque así se siente ser hincha del fútbol. ¿Sí? Pues no amigo, no estoy de acuerdo con tu respuesta.

Me preocupa el mensaje que deja esta actitud para las generaciones venideras. ¿Es un gesto heroico? No. Heroica fue su participación en la tanda de penales, lo que vino después no es una actitud para celebrar ni para codear a los niños y decirles “¿viste pibe? Así es como se festeja”. No es un acto que deba ser reproducido. En el fútbol es común la idea de que someter a alguien sexualmente está bien, que hacer una canción de ello también y que los chicos deben aprender este tipo de prácticas.

“Pasa que a los de tu generación, a la generación de cristal les molesta todo” me dice mi compañero de vida con mucha frecuencia cada vez que discutimos sobre algún tema y este no fue la excepción. ¿El problema somos toda una generación? ¿En serio? Somos catalogados como los paladines de la moral, de lo políticamente correcto porque este tipo de gestos dejó de parecernos gracioso, de hecho, nunca nos causó gracia, la diferencia es que ahora nos animamos a decirlo en voz alta. Leía en las redes las distintas reacciones que tuvo el gesto del Dibu y quedé más sorprendida aún.

La gente celebraba, estaba feliz porque Argentina llegaba a una final en donde debía enfrentar a su histórico rival. Yo también estaba feliz. Pero entre los comentarios, hubo quienes manifestaron su enojo con el arquero argentino por un comportamiento poco profesional, cuando lo leí pensé que se iba a hacer alusión a su controvertido festejo, pero no. Se cuestionaba su performance por haberle gritado a los rivales cuando iban a patear el penal. De hecho, muchos pidieron una sanción deportiva porque “eso no se le hace a un rival”. ¿Y la crítica al gesto de penetración? Bien, gracias.

Me pregunto si se puede esperar un cambio de una de las instituciones más patriarcales que existen en el ámbito deportivo. La respuesta es sí, se debe esperar un cambio. El no cuestionar el sometimiento sexual como una celebración deportiva debe ser, cuanto menos, materia de análisis. La violencia hacia las mujeres preocupa a toda la sociedad, pero ante situaciones como estas, decidimos esconder la crítica basándola en un momento de alegría, de felicidad.

Es menester que entendamos de una vez por todas que los gestos de sometimiento sexual no son graciosos, no son motivo para enmarcar a una figura en el cuadro del heroísmo. Ni en el ámbito deportivo ni en ningún otro. Nos merecemos más críticas, más análisis y menos maltrato al que decide expresar una opinión sobre algo que le molestó, especialmente si eso proviene de una mujer. La generación de cristal no es una parte de la sociedad que se queja por todo, sino una sociedad que busca un cambio generacional, busca desarraigar todas las prácticas machistas y violentas que antes eran parte de una humorada, de un momento de felicidad. El tiempo de cambiar es hoy, la evolución humana comienza aquí y ahora.

*Esta columna tiene una contracara editorial que puede leerse acá